Adiós amigo don “Samue”: homenaje al alférez Samuel Romero
Por: Sebastián Andrés Lorenzo
Los bailes chinos están de duelo. El pasado lunes 31 de diciembre, justo antes de finalizar el año 2018, falleció don Samuel Romero, reconocido y querido alférez oriundo de la Quebrada del Pobre, en la localidad de Valle Hermoso (La Ligua), Región de Valparaíso.
Por mucho tiempo don “Samue” fue un alférez comprometido con las agrupaciones de bailes chinos de esa zona, alfereando desde muy joven en numerosas de estas instituciones, como el baile del Carmen de la Quebrada del Pobre, el baile de Trapiche de Longotoma, el baile de la Virgen del Rosario de Valle Hermoso o el baile de la Virgen del Carmen de La Ligua, entre otros; o “parchando” a las cofradías amigas de latitudes y provincias más lejanas, como el baile de la Peña de La Calera, el baile chino de Cay-Cay en Olmué o el baile de Boco de Quillota.
Había comenzado desde pequeño en este arte del canto, como él mismo nos decía: «...un día cuando yo tenía 13 años me salí del curso de aquí de la escuela de Valle Hermoso y como me gustaban los animalitos me fui con un abuelo materno a Longotoma, y allá había un primo de mi papá, llamado José. Y lo tenían allá a este viejito para que fuera a buscar la leña, a buscar la leña no más. Entonces a la noche cuando nos juntábamos con mi abuelo junto al fuego, y a él lo hacían cantar, y él cantaba porque sabía, como había sido de Valle Hermoso, él decía esta frase, este… “yo soy chino, soy flautero, toquen flautas compañeros, tóquenlas con devoción”. Decía él!...».
Don “Samue” fue un alférez connotado y respetado, pero también cantaba a lo humano y a lo divino. Durante muchos años asistió a las diversas vigilias y alojadas a la virgen que se organizan en la Provincia de Petorca, en poblados como el Sobrante, Chincolco, Alicahue, Hierro Viejo o Cabildo, aunque los últimos años de su vida ya estaba prácticamente retirado de esa dimensión y experticia del oficio del cantor a lo poeta. A pesar de ello reconocía con honestidad: «Cuando estemos allá les voy a cantar mi nacimiento (…) yo hago mejor cantar que conversar, está uno acostumbrado a eso...».
Y es que había tenido una infancia difícil, de lo cual se acordaba con un particular estilo reflexivo muy propio de él: « [¿...antes cómo era la vida?] Pobre, pues, pobre, éramos pobres. No habían casas, puras casitas de techo no más, pero por las quebradas donde vivo yo, había tres casas de zinc, ninguna más! La de mi abuelita, la de don Valenzuela y la de Alminay, y nadie más. Puras casitas de techo, pero eran abrigaditas, muy abrigaditas para vivir, el invierno sobre todo, y en el verano eran heladitas, sí, eran una cosa bien hechas, no? Parece que la modernidad para algunas cosas está bien, para otras no...».
Apasionado por las escrituras sagradas y por los detalles mágico religiosos que éstas involucran; la última vez que nos encontramos conversaba largo y profundo de sus pasajes más recónditos, dando amplios detalles acerca de sucesos increíbles y hermosos que había encontrado allí, en el antiguo testamento, en el libro profético de Isaías, en el devenir de un personaje que se transformaba en pez y que hacía un viaje iniciático de hambre y de redención. Sus relatos parecían mejores que el texto mismo.
Quedamos pendientes de volver a encontrarnos, pendientes de muchas ideas para desarrollar a futuro en un diálogo en común. Y como su memoria era prodigiosa, se acordaba siempre del hilo que habíamos dejado en la última conversación y retomaba rápidamente la hebra, acostumbrado al ejercicio mnemotécnico que trama la lecto-escritura: «...me dediqué al estudio, a todas estas cosas, a estudiar todo esto, me tomé un libro de jeroglíficos también que ayudan un poco más, ¿ah? Que ayudan un poco más. Buscando donde el diablo duerme, buscando todas esas cositas. Y buscando principalmente a Jesucristo...». Así lo recordamos fugazmente en estos días, con sus graciosos ademanes y sus crípticas palabras enrevesadas, en estos días en que no hemos podido ir a despedirlo, y hacemos entonces esta breve reseña en torno a su sabiduría y a su gentileza.
Adiós amigo don “Samue”, será hasta la próxima; esperamos volver a verlo alguna vez en esos viajes misteriosos donde se experimenta la purificación de las almas en la metamorfosis del cuerpo.