[Colchanderas y colchanderos. Parte I] “Aquí todos cuelchan”: antecedentes y memoria histórica
Las colchanderas y colchanderos del Valle del Itata, en la Región de Ñuble, validaron recientemente la investigación que permitirá el ingreso de su manifestación y técnica artesanal al Inventario de Patrimonio Inmaterial de Chile. Portal Patrimonio ha tenido acceso a la investigación rotulada como el expediente “La Técnica de la Cuelcha o Trenzado con fibra de trigo en el secano interior del Valle del Itata".
A través de varias notas entregaremos los resultados más relevantes de este informe que da cuenta del estado actual del elemento patrimonial del que resulta el insumo principal para la elaboración de la tradicional chupalla y otros productos asociados al modo de vida campesino; así como de su comunidad cultora. El orden de las publicaciones que realizamos no tiene relación con la estructura de la investigación.
Desde el punto de vista histórico oficial, es muy difícil explorar el origen y desarrollo temporal del trenzado de la cuelcha, pues desde siempre parece haber ocupado un lugar complementario, no determinante aunque permanente, en el ciclo de reproducción del modo de vida campesino en la zona que secunda al valle del río Lonquén, subsidiario del río Itata.
Sin embargo, se puede situar el desarrollo temporal de la chupalla a un contexto histórico nacional de producción de trigo para su consumo interno y exportación. En los siglos XVII y XVIII la presencia de trigo era habitual en las haciendas del Valle Central de Chile y fue la principal exportación chilena por 250 años, esto contribuyó a formar una identidad en torno a su siembra, cultivo y modo de vida campesino asociado que se expresa en tradiciones actuales como la trilla o el uso de la chupalla.
Los autores Núñez y Lacoste (2017) señalan que previo al siglo XVIII en Chile se utilizaban por parte de la elite criolla principalmente sombreros hechos de castor o lana de vicuña, los que tenían un precio elevado y eran un símbolo de estatus y que además cubrían del frío, pero no servían para los días soleados y de altas temperaturas. Durante el siglo XVIII los campesinos comienzan a realizar sombreros con el descarte de la paja del trigo mediante el trenzado por sus propias manos, una alternativa económica para los sombreros de la época y que además servía para los trabajos al aire libre. A medida que se siguen desarrollando, se van incorporando mejores terminaciones y calidad comenzando así la distinción entre sombreros de paja ordinarios o finos a principios del siglo XIX. Los autores encuentran registros de chupallas entre los años 1820 y 1840 donde se ofrece en diversas tiendas chupallas a distintos valores.
Como se ha descrito en apartados anteriores el universo de la cuelcha está fuertemente vinculado a la vida campesina de pequeños agricultores. La pequeña agricultura en el Valle del Itata estuvo vinculada a la producción de trigo y otros productos característicos como el vitivinícola. El contexto actual de estos pequeños agricultores es el resultado de procesos socioeconómicos que han afectado a la agricultura, desde sus comienzos hasta la actualidad. Un proceso que se puede identificar como transformador de la agricultura de la Provincia de Ñuble es la gran depresión del año 1874 (Reyes, 2015). Durante estos años una de las características principales de la distribución de la tierra en la provincia de Ñuble es que, pese a la mayoría en hectáreas correspondientes a haciendas, presentaba 127 una alta suma de medianas y pequeñas propiedades. El autor atribuye esta característica a factores históricos: el territorio estaba inserto en una zona política de frontera durante los siglos coloniales; y el colapso de la producción de trigo acentuó el predominio de la pequeña propiedad.
La crisis del trigo también se vio acentuada por la escasa modernización en la agricultura durante el auge del trigo, la organización productiva se mantuvo “primitiva”, basada en el inquilinaje, característica propia de la sociedad chilena. Los efectos de estos procesos y la reconstrucción de algunos latifundios por medio de compra de propiedades vecinas ante la crisis o por herencia, contribuyeron a la formación de minifundios, predominantes en la provincia. Sin embargo, estas propiedades quedaban “aprisionadas” por el escaso número de latifundios, de los cuales tenían una dependencia por medio de la mano de obra a cambio de beneficios. La escaza modernización del sector agrícola contribuía a esta dependencia, reforzando el inquilinaje, lo que otorgaba poder a los dueños de los latifundios. Esto se traducía en relaciones desiguales y precarias donde las remuneraciones eran bajas, o también se cancelaba en especies: “esta peculiar concepción del salario, estaba más próxima al feudalismo que a la época moderna, y era un rasgo de la vida rural” (Reyes, 2015).
El efecto del inquilinaje en las relaciones socioproductivas tuvo consecuencias negativas para las campesinos de la provincia, ya que el nivel de los salarios y la calidad de vida de los campesinos imposibilitaban la redistribución de la renta agrícola en manos de unos pocos latifundistas. Hacia 1916 se cancelaban en la provincia los salarios más bajos de la región central del país, siendo difícil saber con exactitud el valor de este salario por ser pagados en parte en especies. Como resultado el empobrecimiento de los campesinos se mantuvo por años.
Queda como antecedente pendiente la pesquisa de la producción de cuelchas en relación a los distintos hitos y cambios sufridos en la dinámica de la vida campesina (formas de propiedad de la tierra, existencia de latifundios, proceso de reforma agraria). Para el informe actual sólo ha sido posible establecer que, de acuerdo a la información disponible, la práctica y reproducción de la técnica de colchar aparece como trascendiendo las vicisitudes a las que se ha visto sometida la población que ejerce y traspasa el conocimiento. Una posibilidad a explorar como hipótesis indicaría que, al ser una actividad enmarcada desde siempre en un ámbito doméstico, ha quedado aislada en las dinámicas de reproducción de vida del hogar, construyéndose como un conocimiento y ejercicio práctico más ligado a la vida privada de sus reproductores que a las vicisitudes públicas.
La cuelcha como técnica artesanal tradicional se encuentra presente en la memoria y colectiva y presente de las personas del Valle de Itata y el aledaño valle del río Lonquén, independiente de cuántas colchanderas(os) hay, cuántas había o cuántas quedan. Se le percibe como una práctica cultural que hunde sus raíces en el pasado remoto, aunque sin fecha, delimitando su área de influencia en torno al río, la posibilidad de acceder al trigo particular que se requiere para colchar – diferente al utilizado para la alimentación humana-, y su capacidad de haberse adaptado a las dinámicas tiempo-espaciales de la vida campesina de la zona. En este sentido, colchar se asocia al uso del tiempo y espacios domésticos. Y su traspaso en tanto práctica y técnica que requiere un conocimiento especializado se realiza en el interior de estos límites de organización social de la unidad doméstica básica de reproducción de la vida campesina, cual es la familia.
Pero su larga data, y sus niveles de especialización y conocimiento específico, han permitido su paulatino reconocimiento en tanto actividad distintiva de un territorio que encuentra en el río Lonquén su eje vertebrador, y permitiendo su percepción en tanto cualidad propia que distingue, más allá de que no existan -ni en las instituciones de la zona, ni en el conocimiento propio-, registros certeros de la cantidad de colchanderas(os) que históricamente ha habido, ni las que actualmente existentes. Lo que confirma esta percepción que es compartida, y reafirmada, incluso por quienes no cuelchan y viven en la zona, población que también domina la idea de “aquí todos cuelchan”.
[Colchanderas y colchanderos. Parte II] Comunidad cultora: ¿Quiénes son y dónde están?